Omisión y autoengaño: amenazas silenciosas en las inversiones (y en otras cosas más)

 

Artículo escrito por: Guillermo Estefani Monarrez, director de Bina Ormasel, una sociedad tenedora (holding) de acciones de empresas que se dedican a una serie de diversas actividades de negocios comerciales, industriales y de servicios.

 

“El riesgo proviene de no saber lo que estás haciendo”, Warren Buffett.

 

Hace unas semanas, intercambié mensajes con un amigo muy querido de la universidad que vive en Florida.

 

Le pregunté sobre el huracán Milton, que estaba por llegar a la península. Ahora sabemos que el huracán se debilitó y, aunque siguió siendo peligroso y causando daños, en la zona donde él vive sólo llegó como una tormenta.

 

En esa breve conversación surgió el tema de las inversiones, las finanzas y mi modesta empresa, Bina

 

El costo de la omisión

 

Aproveché para contarle sobre un error de omisión que cometí.

 

En octubre de 2022, compré acciones de Meta Platforms cuando el mercado creía que Facebook estaba en problemas y el precio cayó a 96 dólares. Unos meses después, en febrero de 2023, cuando estaba feliz porque el precio había subido a 175 dólares, vendí las acciones, obteniendo una buena ganancia.

 

Usé ese dinero para comprar más acciones de la empresa china Alibaba Holdings, que en ese momento cotizaba a unos 100 dólares.

 

Pero aquí está el error: el precio de Meta siguió subiendo, superando cinco veces los 96 dólares que pagué originalmente. Mientras tanto, las acciones de Alibaba se mantuvieron en 100 dólares.

 

No me siento mal por esto. Aunque este tipo de oportunidades son raras, siempre aparecen nuevas ideas similares para aquellos que tienen la mente y el corazón abiertos y alegres.

 

Lo más importante para mí es aprender de estos errores de omisión y convertirlos en lecciones. A veces, el autoengaño surge de un exceso de confianza en nuestras convicciones, al pensar que las decisiones en las que basamos nuestras convicciones son la verdad.

 

Mi amigo fue muy amable y me felicitó por el buen rendimiento de la primera operación.

 

Le agradecí, pero también le comenté algo curioso sobre el mundo de las finanzas: a los humanos nos encanta hablar de nuestros logros y éxitos en este tipo de operaciones cuando todo sale bien; sin embargo, casi nadie menciona cuando nos equivocamos y todo sale mal.

 

Según muchos expertos, nos autoengañamos para proteger la imagen que tenemos de nosotros mismos y la reputación que queremos proyectar a los demás.

 

El costo del autoengaño

 

Voy a contarte otra lección que aprendí hace 10 años. Aquí los detalles son importantes.

 

En julio de 2012, al final del sexenio del presidente Calderón, la empresa líder de construcción en México, ICA, pasó por un cambio generacional en su dirección.

 

Esta empresa, fundada en 1947, fue un símbolo del proceso de reconstrucción llamado “desarrollo estabilizador” tras la revolución.

 

La dirección quedó a cargo de Alonso Quintana, heredero de la tercera generación del consorcio.

 

En ese momento, la empresa tenía una deuda financiera cercana a los 3 mil millones de dólares, aunque había logrado ventas históricas ese año también por 3 mil millones de dólares.

 

En ese entonces, el precio de una acción de ICA estaba en 21 pesos. Casi un año después, en marzo de 2013, la acción llegó a 40 pesos, y a partir de ese momento, comenzó una clara caída en el precio de sus acciones.

 

Entre 2013 y 2016, México experimentó una caída del 11 por ciento en la construcción civil. Esta caída fue causada por la baja en los ingresos petroleros, lo que afectó progresivamente a ICA, ya que el 70 por ciento de sus ingresos dependía de obras públicas.

 

A finales de 2013, la empresa reportó una caída en sus ventas hasta 2.3 mil millones de dólares, y la convicción general era que se trataba de un tropiezo temporal del que pronto se recuperaría.

 

Desde mediados de 2015, los directivos del Fondo Nacional de Pensiones de los Trabajadores al Servicio del Estado (Pensionissste), designados por el gobierno federal, decidieron adquirir acciones de ICA, la empresa líder de la construcción en México.

 

En 2016, el capital contable por acción de ICA se calculaba en 13 pesos, con 615 millones de acciones en circulación. Diez meses antes, las acciones cotizaban a 22 pesos por acción, antes de que comenzara el desplome del precio.

 

La caída del precio de ICA era difícil de entender para el ojo inexperto, ya que existía la creencia de que ICA era una empresa privilegiada por el gobierno federal.

 

Además, durante 2015, ICA había alcanzado su máximo nivel de ingresos, siendo líder indiscutible entre las empresas de ingeniería y construcción en México que publicaban sus resultados.

 

Con el tiempo, ICA acumuló un impresionante portafolio que incluía concesiones de autopistas y otras obras importantes para el desarrollo de la infraestructura en México. Además, tenía una participación mayoritaria en uno de los grupos aeroportuarios más importantes del país, el Grupo Aeroportuario Centro Norte (OMA).

 

En julio de 2015, ICA declaraba que poseía el 36 por ciento de las acciones de OMA, que representaban más de 143 millones de acciones, las cuales en ese momento cotizaban a 83.50 pesos.

 

Para finales de 2015, los ingresos de ICA habían caído a menos de 2 mil millones de dólares, y la deuda financiera total de ICA era de aproximadamente 3.8 mil millones de dólares.

 

El 66 por ciento de esta deuda estaba directamente relacionada con las concesiones, por lo que no representaba un problema. Sin embargo, una tercera parte de la deuda, cerca de mil 300 millones de dólares, era corporativa. Lo peor de todo era que casi la mitad de toda la deuda estaba cerca de vencer ese año.

 

El precio de la acción siguió cayendo durante los siguientes cuatro meses, hasta llegar a 3.43 pesos cuando, finalmente, la constructora se declaró en suspensión de pagos de su deuda financiera.

 

Las acciones de ICA en OMA tenían un valor de mercado de 636 millones de dólares. Mientras tanto, el valor total de todas las acciones de ICA era de sólo 114 millones de dólares.

 

Aunque las acciones de ICA siguieron cotizando después de la suspensión de pago (y cayendo en precio), la empresa entró en un período de incertidumbre.

 

En agosto de 2017, ICA presentó una solicitud de concurso mercantil para reestructurar su negocio y sus acciones, lo cual vino acompañado de una suspensión en la cotización de las acciones, con un precio que quedó fijado en 1.48 pesos por acción.

 

No estoy seguro de la rapidez o los tiempos en los que el fondo de Pensionissste realizó sus operaciones.

 

Lo que se sabe es que usaron el 0.2 por ciento del valor total de su portafolio, que en ese entonces manejaba 10 mil 500 millones de dólares. Compraron 21 millones de dólares (400 millones de pesos) en este negocio en operaciones abiertas del mercado de valores, adquiriendo acciones de ICA a un costo promedio de 7 pesos por acción.

 

Según rumores en las noticias, difíciles de comprobar, se decía que ICA había perdido el favor del gobierno federal. Un consejero anónimo incluso afirmó que estaban vetados para participar en obras públicas, y que, al parecer, el gobierno prefería a otros grupos constructores privados.

 

Esto complicó la liquidez de la empresa y su capacidad para cumplir con sus obligaciones en el corto plazo. Así, los compromisos financieros de ICA crecieron rápidamente.

 

Este tipo de situaciones son muy difíciles de detectar para un inversionista minoritario. Incluso si utiliza estándares estrictos en sus análisis cuantitativos de los estados financieros, puede no prever estas circunstancias como los riesgos políticos.

 

Finalmente, en 2017, se hizo público el resultado del proceso de concurso mercantil. Un juez aprobó un convenio de reorganización de la empresa y un acuerdo con los prestamistas de la deuda de ICA.

 

El plan consistía en que los dueños de la deuda de ICA convirtieran sus bonos en acciones para formar una nueva empresa. Los antiguos accionistas de ICA conservarían sólo el 0.01 por ciento de las acciones de esta nueva entidad.

 

En otras palabras, los 400 millones de pesos de los trabajadores del Estado que contribuyen al fondo de Pensionissste quedarían reducidos a un valor de 40 mil pesos, dejando un pésimo sabor de boca para casi todos.

 

Obviamente, la operación realizada por los burócratas siguió todas las normativas vigentes de ese momento. Supongo que no levantó ningún tipo de alarma porque el riesgo de daño no parecía preocupante. Después de todo, ¿qué son 21 millones de dólares para un fondo que hoy tiene un valor de más de 21 mil millones de dólares? Es común que todos cometamos un error del 0.1 por ciento del patrimonio de vez en cuando, ¿no?

 

Conozco bien estos detalles de la historia porque, en 2014, yo pensaba que ya había estudiado todo lo necesario sobre la “inversión por valor”.

 

En ese momento, consideraba a ICA como una oportunidad interesante para aprender a participar en una operación conocida como workout u operaciones especiales. Me sentía confiado porque había leído el libro El Inversor Inteligente, de Ben Graham, y tenía un corazón dispuesto a llenarse de experiencias y, ¿por qué no?, obtener alguna ganancia de aplicar mis conocimientos.

 

Lo que aprendí de Ben, cuando terminé de estudiar su libro, es que básicamente debía “comprar dólares a precios de centavos”. Esa es la esencia del value investing.

 

Warren Buffett llama a este tipo de oportunidades “colillas de cigarro”, refiriéndose a esas colillas que encuentras en el suelo de un bar, listas para darles el último “toque”.

 

Durante el proceso, llegué a comprar un total de 9 mil acciones de ICA a un costo promedio de $1.70 por acción. En mi caso, la pérdida fue de $15,300 pesos, que hoy valen poco más de $1.50 en caso de que pudiera venderlas.

 

Para algunos, eso es lo que cuesta unas vacaciones. Sin embargo, con el paso de los meses, supe de personas que ingenuamente perdieron millones de pesos en operaciones con esta emisora.

 

Todavía tengo esas acciones en mi portafolio; aunque podríamos decir que no valen nada, para mí son un valioso recordatorio de que sólo debo involucrarme en cosas que creo que conozco lo suficientemente bien.

 

Mientras estudiaba mi maestría en finanzas, me jactaba diciendo: “Esta operación es de libro”, “Es una oportunidad imposible de ignorar”. Me autoengañaba haciéndome todas las preguntas que creía que, al responderlas, demostraban que yo tenía la razón.

 

Mi falsa esperanza era creer que la situación era manejable y que, eventualmente, todo saldría bien. Pensaba que había dedicado suficiente tiempo para entender todo, y que con las herramientas que tenía, podría aprender cómo llevar a cabo este tipo de operaciones.

 

Pero no fue así. Siempre hay alguien más capacitado e inteligente que yo.

 

Además, nunca recordé que Ben Graham decía que este tipo de operaciones se deben hacer a través de bonos de deuda convertibles, lo cual sistemáticamente expulsé de mi mente.

 

En otras palabras, con mis acciones en mi cuenta de GBM, ni siquiera estaba participando en el juego real. Los que realmente estaban haciendo la operación de manera exitosa eran otros.

 

Los acuerdos de reestructura fueron dirigidos por una empresa del financiero David Martínez, un verdadero experto en workouts. David había realizado una infinidad de operaciones similares en todo el mundo.

 

Al parecer, David consiguió liderar el acuerdo a través de bonos de deuda convertibles por un valor de unos 200 millones de dólares, eliminando dos tercios de la deuda. Esto permitió convertir esa deuda en acciones de la nueva entidad, logrando quedarse no solo con el control de los ingresos de las concesionarias, sino también con el control del grupo aeroportuario.

 

Esta lección me hizo concluir temprano que los workouts no eran para mí. Decidí que era mejor enfocar mi atención en la inversión en valor, pero con un enfoque más sólido.

 

Hay oportunidades que es mejor dejar pasar si no están dentro de lo que dominas.

 

Con los años, y tras una profunda reflexión, desarrollé una nueva tesis que dejé escrita en un libro disponible en Amazon, Principios Para Colocar Capital.

 

Entre otras cosas que me han servido para mi vida personal, esta tesis es la base de lo que estoy haciendo en Bina, aunque no es lo único que quiero dejar con esta reflexión.

 

El punto que quiero mostrar con todo esto es que nuestras decisiones diarias no solo están influenciadas por el ambiente. También dependen de cómo creemos que percibimos la realidad y de cómo nos vemos a nosotros mismos.

 

En otras palabras, cualquiera que sea tu situación, esta puede cambiar si comprendes mejor los verdaderos límites de tu percepción.

 

Si eres capaz de dejar a un lado las ilusiones y fantasías, podrás tener una visión más realista y tu vida será mejor.

 

Sin volvernos muy conspiranoicos, es evidente que, a lo largo de la historia de la humanidad, siempre ha habido intereses que buscan distorsionar valores o historias.

 

Esto se hace para justificar acciones como el uso de la violencia, imponer reglas de control o realizar actos de corrupción, no solo en lo económico o financiero, sino también en lo personal o social.

 

Y aun así, ante las tragedias históricas constantemente nos preguntamos: “¿Cómo es posible que estas personas se hayan dejado engañar por un líder carismático que los llevó a aceptar tal atrocidad?”.

 

Pero el autoengaño afecta la capacidad de una persona para ser honesta consigo misma y con los demás. Un ejemplo de autoengaño es la hipocresía, cuando juzgamos a otros sin darnos cuenta de nuestros propios errores.

 

Parte de la experiencia de vivir es que muchos de nuestros errores solo los podemos ver después de que suceden. No los reconocemos mientras los estamos cometiendo. Esto hace más difícil corregir nuestras malas decisiones mientras las tomamos, porque nuestra percepción de la realidad a veces funciona como el espejo retrovisor de un auto que va a gran velocidad por una autopista.

 

Incluso cuando sabemos que estamos cometiendo un error, muchos de nosotros seguimos tropezando con la misma piedra por culpa del autoengaño. Como cuando alguien vuelve con su ex que le maltrataba, o en las relaciones personales, cuando hay personas que saben que alguien les hace daño o que no les respeta, pero siguen ahí insistiendo.

 

Pero, aunque tengamos herramientas, como un pensamiento lógico y disciplinado, o la conciencia del autoengaño, nuestro ego puede hacernos una mala jugada, ya que tendemos a creer que así es como defendemos nuestra posición en busca de beneficios inmediatos.

 

Si sigues defendiéndote, nunca te darás cuenta de los errores que cometes

 

Esto me recuerda una vez que llegué tarde a una asamblea de ejidatarios en la ciudad de La Paz para hacer un acuerdo con ellos en 2007. Iba en una camioneta de la empresa con mis jefes. Decidí tomar un atajo y todo terminó en un choque. Casi me corren de mi trabajo.

 

Después del incidente, traté de justificar mis acciones ante mi jefe. Él me dijo: “Si sigues defendiéndote, nunca te darás cuenta de los errores que cometiste”. Gran lección.

 

En mi experiencia, la mejor forma de salir del autoengaño es abandonar la mentira y buscar la integridad, en lo más que pueda. Esto incluye decir siempre la verdad con sinceridad, pero acompañándola de prudencia y compasión.

 

Los tres filtros de Sócrates para evitar el autoengaño

 

Se dice que Sócrates enseñaba que había que establecer tres filtros para evaluar el conocimiento que recibimos. Así, el conocimiento sería digno de nuestra atención.

 

Voy a parafrasear, a manera de pregunta, esos filtros para darte una herramienta contra el autoengaño.

 

Primero, pregúntate: ¿Estás absolutamente seguro de que esa creencia que tienes es verdad? A veces, puede ser solo una conjetura, una opinión o una perspectiva.

 

Segundo filtro: ¿Es valiosa esta creencia por sí misma? No sólo hay que preguntarse si puede dañar a alguien, sino también si tiene algún beneficio. Esto puede ayudarte a descubrir si hay mejores cosas en las que deberías prestar atención en lugar de aferrarte a tratar algo que no merece la pena.

 

Finalmente, Sócrates plantea: “¿Me va a servir de algo?”. Pero yo añadiría una cuarta pregunta: “¿Está en mi área de competencia hacer algo al respecto?”.

 

Si consideras estas preguntas, estoy seguro de que podrás responder a situaciones como estas:

 

¿Me conviene pagar mi tarjeta de crédito antes de empezar a invertir en un negocio? ¿Debería adquirir esa deuda hipotecaria en este momento? ¿Es verdad que puedo pagar las mensualidades de ese crédito automotriz sin tener problemas por retrasos en los pagos?

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